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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Nasa confirma energia predicada por Einstein

Si a un hombre del neolítico se le hubiera dado a comer una tarta de manzana de un kilo con 40 gramos de fruta en rodajas, seguramente sólo habría sido capaz de reconocer este último ingrediente; sobre la composición y elaboración de los 960 gramos restantes no habría tenido la más mínima idea.

Algo parecido les ocurre a los científicos que escudriñan el universo. Con el acelerón de la física en el siglo XX, se diría que restan pocos cabos sueltos, como una teoría unificadora o el archifamoso y esquivo bosón de Higgs, para el que se ha construido la trampa más cara de la historia –el LHC–; y poco más.

Pero la realidad es bien diferente. Del total de masa y energía del universo –conceptos intercambiables, según Einstein–, sólo un 4% ha entrado en el redil de los instrumentos de medida. La manzana de los astrofísicos comprende planetas, estrellas, galaxias, nebulosas, polvo intergaláctico… En fin, lo que cualquiera entendería como materia normal o, más sencillamente, todo. Sólo que este todo deja fuera el 96% del universo.
Oscuridad casi total

¿Qué más hay en la tarta? En tres palabras, no se sabe. Modelos y observaciones piden que un 22% del verdadero todo sea una materia que no se ve, u oscura. Y si esto es difícil de concebir, el premio a la abstracción se lo lleva el 74% restante, bautizado como energía oscura.

En física no hay que conocer algo para nombrarlo. Un ejemplo: cuando Einstein enunció su relatividad general, tuvo que añadir un factor de corrección para que su universo permaneciera estático y no acabase colapsando por gravitación. Einstein eligió una letra griega –lambda– y lo llamó constante cosmológica.

El problema surgió cuando en 1929 Edwin Hubble certificó que el universo ni es estático ni se contrae; se expande. En 1998, la observación de las supernovas demostró que la expansión se acelera, algo incongruente con la composición del cosmos. Hacía falta otro ingrediente, una fuerza ignota; la energía oscura. Y la ecuación de Einstein estaba allí, con su lambda expansiva. El genio predijo el pedal que acelera el universo.

La última pista llega del telescopio de rayos X Chandra de la NASA . Según anunciaron hoy los científicos y publicarán en Astrophisical Journal, el estudio de docenas de grupos de galaxias corrobora la expansión acelerada. Los investigadores creen que la energía oscura es la constante cosmológica.

Pero hay un problema: al calcular su valor teórico, debería ser 10 elevado a 120 (un decillón de decillones) veces mayor de lo observado, una fuerza absurdamente descomunal que habría pulverizado el universo, lo que no ha ocurrido. Solución: en tres palabras, no se sabe. La tarta aún esconde el 96% de sus secretos.

“Es como tirar una pelota al aire y ver que acelera”

En la presentación de sus resultados, los científicos explicaron que la aceleración del universo fue algo inesperado. Según David Spergel, de la Universidad de Princeton, “cuando se tira una pelota al aire, esta cae. Igual debería ocurrir con la gravitación del universo. Es como tirar una pelota al aire y ver que acelera”.

Alexey Vikhlinin, del Observatorio Smithsonian, subrayó que la suya es una “confirmación independiente” de la energía oscura, “como árbitros en varios puntos del campo”.

Los científicos explicaron que dentro de miles de millones de años la expansión alejará otros grupos de galaxias hasta impedir su observación desde la Tierra. “Un buen motivo para financiar la astrofísica ahora, que aún podemos verlas”, bromearon.
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lunes, 1 de diciembre de 2008

Urto del cerebro de Albert Einstein

Cuando Albert Einstein murió el 16 de abril de 1955, el doctor Thomas Harvey fue encargado a ocuparse del cadáver que iba a ser incinerado.

Sacó algunos órganos del científico para su estudio y descifrar las causas de la muerte, entre ellos, su cerebro. Cegado por la curiosidad, se guardó este órgano para sí y lo conservó en líquidos especiales, entregándoles el resto del cuerpo a la familia sin que decirles nada de lo que había hecho.

Albert Einstein Harvey tenía la intención de robar el cerebro de Einstein para estudiarlo. Cuando se conoció el escándalo, la suerte de Harvey pendió de un hilo hasta que la familia del genio le permitió seguir con sus investigaciones.

Pasó un tiempo hasta que la comunidad científica le pidió a Harvey resultados de sus estudios, pero no tenía respuestas a sus preguntas simplemente porque éstos nunca se habían realizado. Sabiendo que nuevamente corría peligro, desapareció.

No se supo nada de él hasta que viajó en busca de la nieta de Einstein para devolverle el cerebro robado y así volver a su vida normal. Actualmente este órgano está bien cuidado en la Universidad de Princeton.

El viaje de Sugimoto
Paralelamente, al otro lado del Pacífico se gestaba una historia no menos peculiar en torno al cerebro. El científico japonés Kenji Sugimoto, obsesionado con la vida de Albert Einstein, emprendió a finales de los 90 una odisea personal en busca del cerebro del que tanto había oído hablar. La aventura, filmada por el director Kevin Hull para un documental de la BBC, llevó a Sugimoto a recorrer los Estados Unidos en busca de Harvey, hasta que le localizó en su casa de Kansas.

Como veréis con vuestros propios ojos, la escena en la que Harvey pesca un trozo de cerebro del interior de un bote de galletas y corta una loncha sobre la encimera de la cocina es uno de esos momentos dignos de ser recordados para el resto de nuestras vidas.

link: http://www.videos-star.com/watch.php?video=y3ZK5S2emug&e

Provisto de su preciado trofeo, Sugimoto regresó más tarde a Japón y celebró su éxito en club de karaoke local, donde cantó una canción acompañado del pequeño fragmento de cerebro de Albert Einstein

"Cada uno agarró lo que pudo"Cuarenta años después, y una vez analizados los distintos testimonios, parece que la noche en que Thomas Harvey diseccionó el cadáver de Albert Einstein terminó siendo una jornada bastante esperpéntica. Decenas de personas bajaron a contemplar el cuerpo del maestro y quisieron quedarse con un recuerdo. “Cada uno agarró lo que pudo” - explica el doctor Henry Abrams, oftalmólogo personal del científico. Él mismo extrajo los ojos de Einstein y los guardó durante más de 40 años en la caja de seguridad de un banco de Filadelfia.

Aún hoy, el doctor Abrams acude una o dos veces del año a la cámara de seguridad del banco y contempla los ojos del genio, con los que asegura experimentar “una profunda conexión”. “Cuando se miran esos ojos, - asegura Abrams– se ve en ellos la belleza y el misterio del mundo. Son claros como el cristal y dan sensación de profundidad”.
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