lunes, 1 de diciembre de 2008

Donde se encuentra Dios?

Dios, ¿dónde estás?
# La razón no da la felicidad. Hay un sentimiento de que el mundo se ha quedado sin alma, despojado de sabidurías eternas.

# La modernidad es un supermercado con un amplio surtido de ofertas espirituales. Cada uno aspira a su reino de los cielos.

Vinieron para confirmar su fe y buscar sentido a la existencia. La visita del Papa Benedicto XVI, en julio de 2008, fue para Australia el acontecimiento más emocionante desde los Juegos Olímpicos de 2000. Una misa al aire libre fue, con más de 200.000 peregrinos de 170 países, la mayor de la historia del país. El Papa, ¿una estrella? Sí. Porque el hombre de hoy demanda mitos, ritos y autoridad, una figura fiable y veraz que lo guíe. Como máximo representante de la Iglesia católica, la institución global más antigua, el Papa responde al deseo de veneración ritual.

El Dalai Lama, ¿una estrella? Sólo una de las numerosas escuelas del budismo lo venera como líder espiritual. No obstante, Tenzing Gyatso, el Dalai Lama número 14, se ha convertido en las últimas décadas en el personaje budista más importante del mundo. Encarna una filosofía que suscita gran interés en Occidente y encuentra cada vez más adeptos. Pero el Dalai Lama recomienda a sus seguidores en todo el mundo: “Sigan fieles a la religión de su cultura”, porque piensa que el budismo tibetano es para los occidentales una especie de “última salida”.

Los psicólogos de la religión dicen que hacia
los 40 años, el hombre sufre una
“conversión”: se plantea, ¿qué es la vida?

¿Por qué las Iglesias tradicionales no se benefician más del anhelo por encontrar un hogar espiritual? ¿Por qué se erosiona la cristiandad como institución, con sus alrededor de 2.100 millones de fieles, frente al islam (1.300 millones) y el hinduismo (800 millones)? La respuesta es que entre religión y religiosidad hay una diferencia importante. La primera es la forma del comportamiento religioso heredado de la comunidad; la segunda es la experiencia espiritual del individuo. Las ramas de la espiritualidad brotan como nunca. La modernidad es un supermercado con un amplio surtido de ofertas de fe y salvación. Hoy, cada uno puede aspirar a su reino de los cielos privado. El hombre no busca la seguridad sólo en un Dios, tiene muchas posibilidades: la reencarnación budista, el animismo de los chamanes, el carisma evangelical, el pensamiento positivo, los ángeles de la guarda, hechiceros... Las “sociedades de opciones múltiples” crean una fe con opciones múltiples: “La adscripción religiosa del individuo no es un hecho irrefutable”, escribe el sociólogo estadounidense Peter Berger, “no es una condición inmutable, como la genética; es producto de su proceso de construcción y constitución de su mundo y su yo”. Para seguirle la pista a la religiosidad, el catedrático norteamericano de psicología William James propuso en 1902 buscar las “experiencias primigenias” de las que parten todas las religiones. Así uno puede preguntar en qué se basan el cristianismo, el islam, el judaísmo, el budismo, el hinduismo, el confucianismo, el taoísmo, el sijismo, el shintoísmo y las religiones animistas. Es decir, buscar el mínimo común denominador de la religiosidad. ¿Por qué cree el hombre?

Aunque hayan cambiado las circunstancias sociales y los valores, la fe no desaparece. Está inmersa en una sociedad mediatizada, en una época en la que suceden acontecimientos incontrolables, irracionales y peligrosos: tsunamis, sequías, inundaciones, terremotos, gripe aviar, sida, terrorismo, miedo... Es un ataque a la confianza que las sociedades anteriores depositaron en la sabiduría divina y que el mundo de hoy tiene en la ciencia y la tecnología. O mejor dicho: solía tener. Cuando el mundo moderno está fuera de control (la bolsa se desploma, crece el paro, surgen epidemias...), también desaparece nuestra fe en que el mundo se pueda controlar racionalmente. La “desmitificación del mundo“, vaticinada a principios del siglo pasado por uno de los padres de la sociología, Max Weber, no se ha producido.

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